Ya llevo 2 semanas en Bogotá, hoy es el día. Me la juego de una, no lo pienso más. Voy a echarle coraje y me voy a volver a casa en buseta. ¡He dicho!
Con diligencia y decisión me planto en la "parada" de bus de al lado de mi trabajo, con el objetivo de llegar en buseta hasta Galerías, sana y salva. Escribo parada entrecomillado porque aquí las busetas no tienen parada oficial, tú sólo levantas el brazo y ellas se paran (o no). Lo mismo frenan cada 30 segundos que no paran en 10 cuadras. Un descontrol...
Mientras espero mi buseta pasan muchas a destinos que desconozco. Todas tienen un cartel al frente con los puntos de referencia del recorrido. Tengo que buscar una que diga GALERÍAS, PABLO VI, CALLE 53. Ahí pasa una... pero no me atrevo a levantar el brazo. Ahí viene otra... pero pasó demasiado rápido. Uff en esta no quepo ni de coña... Esta... no, esta creo que decía CALLE 57 no 53. Menos mal que traje las gafas porque está empezando a oscurecer y ¡no veo nada!
Pregunto a una señora si sabe cuales son las busetas que van a Galerías y me dijo un par de números que fuí incapaz de retener: "Pero fíjate, cualquiera que diga Galerías te sirve. No eres de acá, ¿verdad?" No señora, ¿tanto se nota?
La siguiente la paro, ya no espero más. Mucha gente espera, desespera y traga humo junto a mí. Los hay impacientes que acaban parando un taxi pero yo no voy a caer en la tentación. Tengo un objetivo y lo voy a cumplir. Llevo ya más de media hora de indecisión pero no pasa nada...
Ahí viene una, dice GALERIAS bien grande y no sobresale la gente por la puerta. Esta va a ser. Levanto mi brazo derecho, miro desafiante al conductor y... pasa completamente de largo. Pero no me desanimo, vamos, vamos, no puede ser tan difícil. Por ahí llega otra, estiro el brazo con decisión y... ¡se ha parado! Subo los escalones, me agarro al pasamanos y aunque el cartelito decía muy claro GALERÍAS le pregunto al conductor si se dirige hacía allá. Respuesta afirmativa. Le doy mi billete de 2000 pesitos que llevaba ya preparado en la mano y me agarro donde puedo para esperar mi cambio. Para eso, el conductor no tiene reparo en soltar el volante, girarse hacia atrás y devolverme las monedas, y no os creáis que estabamos parados en un semáforo...
Paso el torno, incomodísimo por cierto y no apto para personas de huesos anchos y me establezco en el pasillo pues no hay asientos libres. He de decir que las busetas son chiquitas, de unos 15-20 asientos, algunas unos cuantos más, pero de pie pueden ir cuantas personas quepan. Tuve suerte y ésta no iba muy llena. Estratégicamente me coloco cerca de la puerta de atrás para salir sin problema cuando vea que ya estoy por casa. El trayecto fue sin muchas complicaciones: frenazos, giros bruscos, acelerones, pitos, trancones... Lo normal. Creo que lo primero que deberían enseñar a los conductores de busetas es que transportan gente, no ganado.
Bueno, a ver por dónde vamos... Ah el Éxito de la Caracas, ya estoy llegando. De repente se abren las puertas de atrás y se suben dos chicos jóvenes. Qué poca vergüenza, se han colado descaradamente. Pero cuál es mi sorpresa cuando uno de ellos saca un billete de 5000 pesos y me dice:
- ¿Me cancelas 2 pasajes?
- Este..... ¿que te qué?
Una mano amiga agarra el billete y lo pasa hacia delante hasta que llega al conductor que pasa el cambio hacia atrás y mano a mano llega hasta los jóvenes. Qué honrados. Uyyy la Panamericana, ¡ya estoy en casa! Toco el timbre, no suena pero..... PSSSSS frenazo brusco y puertas abiertas. Bueno ni tan mal, objetivo cumplido, llegué a mi casa sana y salva.
Un saludo para todos los conductores de buseta,
Lola.-
miércoles, 17 de julio de 2013
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